Música
En una noche que amenazaba agua, el compositor y músico argentino dirigió a los niños de la Red de Escuelas de Música de Medellín y ofreció uno de los mejores conciertos callejeros del año en la ciudad.
Por: Esteban Duperly / Medellín
Publicado el: 2014-10-10
Aunque algunas actividades se venían realizando desde el día anterior, el 8 de octubre se inauguró de manera oficial el festival Medellín Vive la Música, el plato fuerte de Circulart. El evento de lanzamiento era bastante esperado: se había anunciado que Gustavo Santaolalla, una de las cabezas de cartel, ofrecería un concierto acompañado por la Red de Escuelas de Música de la ciudad, que está compuesta en su mayoría por músicos muy jóvenes, muchos de ellos niños. Por eso el evento causaba expectativa, pero no se conocían detalles de los pormenores, y es probable que muy pocos sospecharan el grado de calidez que tendría la presentación.
Si bien la noche era fría, y el contraluz de los reflectores sobre la tarima a veces ponía en evidencia una llovizna muy menuda, la música fue capaz de hacer lo suyo y subirle el espíritu a un público al aire libre, apostado sobre una calle de adoquines cerrada al tráfico, y localizada entre el parque Pies Descalzos y al llamado Edificio Inteligente de EPM, uno de los sectores de espacio público más emblemático de la ciudad.
El escenario estaba dispuesto en tres tarimas diferentes para acoger a la Orquesta sinfónica intermedia y al Coro juvenil, a la Orquesta de tango, y al Ensamble de músicas populares. En total eran 350 niños y jóvenes entre 7 y 20 años, quienes pertenecen a las 27 escuelas que conforman la Red. Aunque la tardanza para comenzar tomó casi una hora, finalmente todos los músicos ocuparon sus puestos, vestidos con camisetas rojas, azules, verdes y naranjas. El programa fue anunciado por Santiago Rivas, el presentador de Señal Colombia que ya se ha hecho célebre por su espontaneidad, y quien moderará algunas charlas durante el Festival.
El repertorio inicial constó de tres interpretaciones de cada agrupación (Orquesta sinfónica y coro, Orquesta de tango y Ensamble) que gravitaron entre la Obertura de Guillermo Tell, el Barbero de Sevilla, bambucos, un par de piezas de latin jazz, y tangos y milongas. El final de esta primera parte la marcó una adaptación coral del vallenato Volví a nacer, de Carlos Vives. Y entonces invitaron a subir al escenario a Santaolalla, quien apareció junto a la directora argentina Andrea Merenzon, y juntos dirigieron a los cuatro cuerpos de música en ensamble.
Santaollala abordó el escenario vestido de negro y con un sombrerito en la cabeza. Entre las manos llevaba una pequeña guitarra de 10 cuerdas y barriga abultada. Saludó a los niños –quienes se pusieron de pie, según el protocolo que rige a las orquestas– saludó al público y, sentado sobre un taburete, interpretó tres melodías de su repertorio cinematográfico, entre ellas una de Biutiful y otra de Diarios de Motocicleta. Finalmente, tocando una guitarra convencional, cantó para un público compuesto por gente del común, familias, niños, muchos músicos, y hasta un habitante de la calle que en la periferia de la muchedumbre bailó en su ensimismamiento de bazuco.
Todo el mundo gozó, en especial Santaolalla y Merenzon, a quienes se le veía genuinamente complacidos por tener una escolta de 350 niños y jóvenes muy talentosos, algunos de ellos habitantes de los barrios más violentos de Medellín. Y, del mismo modo, desde la barrera era posible ver la cara luminosa de los músicos por tener al comando a uno de los rocanroleros más virtuosos de América, quien ha ganado 2 premios Oscar, 2 BAFTA, 2 Grammy anglo y 1 Globo de Oro, y aún así cantaba, tocaba y bailaba La Bamba como un muchacho más.
La pieza culmen fue la cumbia Colombia Tierra Querida, con la que se despidió la noche. Sólo entonces, cuando ya se había apagado la última nota y todos los músicos habían dicho adiós, se desgajó por fin un aguacero torrencial.
Medio: Revista Arcadia
Fecha de publicación: 10 de octubre de 2014
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